La activista sueca de 16 años ha encabezado un movimiento juvenil contra el cambio climático sin precedentes en la historia con un discurso directo, emotivo y contundente. Y ese mérito inicial es innegable.
Sin embargo, me generan ciertas dudas, cuando le veo realizando una crítica bajo una óptica exclusivamente generacional, con su corta edad y su connivencia con determinadas élites, la última con Obama, poco propicias a una acción radical.
La aparición junto a unas personas que meneaban la cabeza
todo el rato asintiendo me ha parecido una teatralización innecesaria.
A veces se puede pensar que detrás de toda su repentina aparición en la vida pública mundial existe cierta manipulación con no sé muy bien si objetivos limpios y claros.
No me parece inteligente colocar a niños, adolescentes emocionados y jóvenes activistas en la primera línea de la batalla por el clima, cuando hay tantos científicos reputados advirtiendo, con datos y seriedad, de los riesgos de la actividad humana sobre los ecosistemas.