Llega a España y se planta con su cara abotargada y sus ojos inyectados en esa cólera permanente que le caracteriza y los empresarios le abren paso, y se hacen una foto con sello institucional, de esas que se reservan a las altas cumbres. Y termina insultando al presidente electo de nuestro país, su mujer y los demócratas españoles en nuestro propio suelo.
Milei ha venido a soltar un discurso de odio contra la democracia, contra los derechos de los más débiles, de la justicia social, contra el socialismo -que califica de “asesino” nada menos- y para postre en apoyo del genocidio que Israel practica contra los palestinos. Es un insulto a la totalidad. Le ves, le oyes, y no te crees el lugar que ocupa, es como una caricatura de Trump y por ello tanto o más peligroso, pero será que hay mucha gente esperando sacar provecho de este delirio.
Esta inyección ultraderechista nos avisa de lo que viene como no se le ponga remedio. Llamar a consultas a la embajadora, quizás es una respuesta corta. El cuerpo pide en estos casos un furgón directo al aeropuerto y declaración de persona “non grata”.