La ultraderecha mantiene de siempre una relación fea con el dinero turbio.
El Tribunal de Cuentas advirtió hace tiempo a VOX de que cometió ilegalidades
al aceptar donaciones privadas, y de que puede ser multado.
Ya desde sus principios, cuando se fundó con una financiación de un millón de euros procedentes del extranjero, de círculos iraníes vinculados con organizaciones fichadas como terroristas en EEUU.
El propio Abascal ha ocultado durante meses al Congreso -en su declaración obligatoria de rentas- ingresos de 1.500 euros mensuales en concepto de presidente de su grupo parlamentario.
Estos desvíos, ilegalidades y corruptelas no alcanzan todavía el dramático nivel del partido de sus mayores: el PP fue, en 2018, el primer partido español condenado judicialmente como entidad jurídica en un caso de corrupción. Pero Vox va de alumno aventajado. Y su cachorro Alvise les sigue los pasos.