Cada día laborable
un capítulo (2/35)
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Entre este insoportable grupo de estudiantes, por llamarles de alguna manera, destacaba un chaval de dieciséis años, que ya había repetido dos veces, y que llegó en Septiembre al Instituto procedente de un reconocido colegio privado de la zona. Aunque sus padres debieron decir en secretaría que elegían este centro público porque habían oído que su oferta educativa era muy amplia y convincente, todos sabían que sólo había una razón que explicaba la presencia de Unai en el Instituto: los Jesuitas le habían expulsado de su colegio. Y había que comérselo con patatas. Y, más concretamente, era Julen quien debía comérselo con patatas. Era su tutor además de su profesor de Ciencias Sociales, Historia y Geografía. En total cuatro horas semanales con él en el aula, pero todos los días Julen debía escuchar a los demás profesores que pasaban por su clase de segundo “C”, su tutoría, las quejas sobre el comportamiento de Unai, sus insultos, sus faltas de respeto, su falta de interés, su nefasta influencia sobre el resto de la clase, etc, etc, etc. Y Julen escuchaba pacientemente y en ocasiones se sentía responsable de lo que hacía esa criatura mal educada y consentida de dieciséis años.
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