El País Vasco es un lugar distinto. Lo es,
en primer lugar, para todos esos vascos
que vivieron durante décadas amenazados,
con renuncias y precios altísimos,
pagados por huir de la indiferencia.
ETA fue una organización terrorista
con pretensiones totalitarias.
Tenía su propia visión particular de lo que debía ser Euskadi,
y pretendió elevar esa visión particular
a categoría de total mediante el asesinato de todos aquellos
que consideró que no tenían sitio en esa especie
de anticiudad que ETA soñó.
Durante décadas se llevó mucho de lo mejor que teníamos,
hombres y mujeres, de distintas procedencias
y visiones vitales, con formas de vida distintas y plurales.
Vidas humanas, únicas, irremplazables.
Muchas de ellas con nombres muy conocidos,
otras muchas con nombres ya casi olvidados.
hombres y mujeres, de distintas procedencias
y visiones vitales, con formas de vida distintas y plurales.
Vidas humanas, únicas, irremplazables.
Muchas de ellas con nombres muy conocidos,
otras muchas con nombres ya casi olvidados.
Se llevó, además, la dignidad de miles de vascos, los que
callaron, los que ante los asesinatos nunca sintieron nada,
los que nada hicieron salvo mirar para otro lado.
callaron, los que ante los asesinatos nunca sintieron nada,
los que nada hicieron salvo mirar para otro lado.
En ese “silencio cómplice de las buenas personas”,
ETA encontró el campo abierto para su continuidad
en el tiempo, quizá no tan importante como el apoyo social
que tuvo pero fundamental para su instalación
entre nosotros como una organización tan arraigada
como temida.
blogs.elconfidencial.com/espana/puntos-de-vista/
/en-el-cuarto-aniversario-del-fin-de-eta
ETA encontró el campo abierto para su continuidad
en el tiempo, quizá no tan importante como el apoyo social
que tuvo pero fundamental para su instalación
entre nosotros como una organización tan arraigada
como temida.
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