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Ni en sus peores pesadillas la jerarquía de la Iglesia podía imaginar un titular así: un prelado del Vaticano declara su homosexualidad y presenta a su novio en la víspera de la inauguración del Sínodo de los Obispos sobre la Familia. Se trata del polaco Krzysztof Charamsa, de 43 años, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe –el antiguo Santo Oficio--, secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano y profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, donde vive desde hace 17 años.
Si no fuese porque la organización a la que pertenece fue precisamente la que quemaba "herejes" en la hoguera y porque se ha encargado de hacer la vida imposible a gente que luego ha resultado ser simplemente como él, el tema sería de carcajada monumental.
Por supuesto que cada uno puede amar a quien quiera y defiendo la libertar y el derecho a ejercerlo. A todos, excepto a los que dedican su vida a prohibírselo a los demás. Habría que aplicarles la ley y los castigos que ellos se han encargado durante siglos de aplicar a los demás.