Paso firme y acelerado (163 zancadas por minuto; ahí queda la cosa); arremangados hasta las axilas y con caras de pocos amigos, como detectando olores non gratos a la pituitaria, los gastadores de la Legión han sido, un año más, los más aplaudidos y vitoreados por la concurrencia patria que se concentraba en el centro de Madrid para presenciar el desfile del llamado Día de la Hispanidad, donde también ha acudido a su cita del 12-O Pablo, nombre que este año ha recibido la cabra de “Los lejías”, y que, sin ataduras y a su libre albedrío, se ha comportado como una más entre los “novios de la muerte”. ¿Y por qué el nombre de Pablo y no Pablito, ya que el cabrito que ha desfilado apenas contaba con 11 meses de edad? ¿Buscaba la tropa norteafricana con este nombre criticar, mofarse o ridiculizar a alguien con el mismo seudónimo que el cabrón (masculino de cabra, según la RAE, pero que en el argot popular y literario suele sustituirse por el nombre de macho cabrío para no herir sensibilidades y evitar dardos filológicos y semánticos desde un punto de vista sincrónico o diacrónico)? Eso sí, el atuendo de Pablo carecía del “chapiri”, del ojo y de la mano, que en honor al fundador Millán Astray suelen lucir otros años los cabrones en sus alforjas.