en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 27 de julio de 2016

Rajoy. Gobernar en minoría. Lo tienes fácil.

Estamos abocados a la ya conocida fórmula de gobernar en minoría, y esta forma de gobernar es el arte que ha practicado el PNV casi ininterrumpidamente ante la imposibilidad de que las fuerzas de oposición se pusieran de acuerdo para desalojarle del poder. Lo que solo ocurrió mediante el más que olvidado pacto entre los socialistas y los populares, de 2009 a 2012. Iñigo Urkullu culminará su primer mandato sin que nadie repare ya en que lo ha hecho en minoría.

La advertencia de que la investidura en ningún caso garantiza la gobernabilidad suena a perogrullada, aunque forma parte de la farsa del momento. Una vez asegurada la reelección como presidente de gobierno, Rajoy seguirá instalado en la continuidad que ha descrito entre la mayoría absoluta y la interinidad, como si en realidad no hubiese pasado nada turbador para los intereses del PP.

Alguien que ha sobrevivido al señalamiento público y judicial del partido que preside a causa de una lista imparable de escándalos de corrupción, a una contestación social mayoritaria por los ajustes y reformas introducidos desde 2011, a una relación demoscópica entre aceptación y rechazo insostenible para cualquier mandatario occidental, y a una breve legislatura de cambio hacia la izquierda que vio pasar impertérrito, es perfectamente capaz de mantenerse cuatro años en el gobierno ante una oposición tan fragmentada como desnortada. 

Los vaticinios sobre una legislatura de solo dos años, o sobre el recambio al frente del gobierno no pasan de ser meras conjeturas.

Por lo demás la acción del gobierno en minoría se atendrá a la impasibilidad de su máximo responsable. Siempre contando con que la tramitación de los presupuestos recabe, por activa o por pasiva, la anuencia del Parlamento. Al fin y al cabo lo más parecido a la investidura es la votación del proyecto de Ley de Presupuestos Generales. Es suficiente con que cuenten con más votos a favor que en contra. Claro que la investidura exige el pronunciamiento a viva voz de las diputadas y los diputados, y la tramitación de los presupuestos delata a cada parlamentario.

(Recogido de un artículo de Aulestia en Vocento el pasado sábado)