en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

jueves, 11 de julio de 2019

La estrategia de la provocación y encabrona que algo queda.

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Cs acudió al Orgullo de Madrid, la festiva reivindicación de una lucha muy amarga por conseguir los derechos LGTBI. No fue solo. Iba de la mano de sus pactos con Vox, el partido que quiere recortar esos derechos que han costado vidas y sufrimiento. Cs sabía que no iba a ser bien recibido. Y así fue. Dos horas de bloqueo, insultos y alguna botella de agua que no impactó en nadie, ese es el informe policial. Aun así, Albert Rivera ha confirmado que presentará una denuncia ante la Fiscalía por “delitos de odio”. Y el partido naranja cada vez es más lúgubre.

La estrategia de la provocación no es nueva en Cs, pero esta vez va mucho más allá. Aunque aprovecha los acontecimientos para arremeter contra el Gobierno de Sánchez, la acusación de odio mancha a toda la comunidad LGTBI. Criminaliza a un colectivo que arrastra discriminaciones y legitima el discurso de Vox, el partido que propuso arrinconar el Orgullo a la Casa de Campo. Parece que la ética ha dejado de ser un problema para Rivera, si es que alguna vez lo fue.

Cuando alguien se cabrea cada cinco minutos y ve enemigos debajo de las piedras, caben dos opciones: que esté rodeado o que esté paranoico. Con la misma pesadumbre que se preguntaba el protagonista de 'Conversación en la catedral' cuándo se jodió el Perú, no puedo precisar a partir de qué momento Ciudadanos emprendió la carrera para convertirse en el partido más bronco, con permiso de Vox. Política tóxica. Encabrona que algo queda.