Hasta hace poco tiempo Sopela era un territorio libre de palomas pero estos últimos meses la invasión ha comenzado.
Hoy en día, si vives en una ciudad o pueblo de Euskadi, o de cualquier municipio europeo, seguro que hoy te has cruzado con palomas.
Y en Sopelana, ya, desgraciadamente, las palomas se han convertido parte del paisaje. Pronto, no existirá plaza sin palomas, ni fuente en verano en la que no se remojen para evitar el calor. Realizar un control de la población de las mismas se ha hecho fundamental e imprescindible. Son aves carroñeras de ciudad, y para ellas es mucho más fácil encontrar comida en las ciudades que en plena naturaleza. Las palomas se han acostumbrado perfectamente al ruido y a los humanos. Algunos incluso las alimentan y estimulan su estancia entre nosotros.
Las plagas de estas aves suponen un riesgo para la salud humana importante. Sus desechos pueden provocar numerosas enfermedades y son portadoras de muchos ectoparásitos externos que pueden transmitir tanto a las personas como a los animales: garrapatas, piojos, ácaros, chinches, sarnilla …
Estas aves utilizan el propio nido para depositar sus excrementos, y se calcula que cada una de ellas puede producir unos catorce kilos de materia fecal al año. Esto hace que se abran grietas y huecos en las estructuras. El excremento de las palomas provoca un deterioro en edificios, monumentos, calles, parques, plazas…
¿Tiene el Ayuntamiento de Sope algún plan para evitar la propagación indiscriminada de este peligro público?