en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

sábado, 6 de julio de 2019

¿Y si Bildu fuese más democrático que Vox? ¿Qué debería de hacer Bildu para culminar su "reciclaje"?

Me alegro del acuerdo llegado en Navarra por las fuerzas progresistas. Y se refuerza mi alegría viendo babear de rabia a la impresentable oposición. La que pacta con Vox donde puede y estos se dejan "engañar".

Quienes llaman terroristas a Bildu y quieren desprestigiar a quienes pacten o dialoguen con ellos, deberían reflexionar sobre hasta qué punto el fascismo que señalan en el ojo ajeno no lo tienen en su propia casa.

En mi opinión, en España, el problema no es Bildu, es Vox y cómo debe ser la cosa de grave para que un político de mano dura con los derechos como Valls no se quiera ni acercar a los de Abascal.

Es sencillo comprobar que el actual ideario político de Bildu –por mucho que les duela a quienes quieren vivir anclados en el pasado o prefieren optar por la estrategia de 'cuanto peor, mejor'– es más democrático y avanzado que las propuestas que ofrecen los programas y declaraciones de los líderes de Vox. 

Por eso, resulta incomprensible que algo tan evidente no se refleje con meridiana claridad por parte de quienes tienen la responsabilidad constitucional de informar desde la objetividad y la veracidad.

Pero junto a todo lo anterior y todos los que seguimos viéndoles con mucha reticencia, está la propia Bildu, que ve que su pasado lastra su presente y su futuro, que le limita en la política de alianzas y dificulta una mejor optimización de su representación institucional. 

La izquierda abertzale tiene esa asignatura pendiente con la sociedad y esa deuda con las víctimas, que se resolverá de forma definitiva con un ejercicio autocrítico sincero y no ritual. Hasta que eso suceda pueden hacer muchas cosas en esa dirección. Por ejemplo dos. 

Podrían abordar con seriedad una renovación de sus líderes, poniendo al frente a mujeres y hombres que no hayan estado vinculados al binomio ETA-IA.

Segunda, abordar la autocrítica y la condena como una necesidad propia, interiorizada como tal, sin esperar a que otros agentes políticos realicen también la suya sobre otras violencias. Sería una manera de empezar a allanar el camino para su plena integración en el sistema democrático, como los demás.