en la que los catalanes elegirán su Parlamento.
en la que elegiremos el nuevo Parlamento Europeo.

miércoles, 3 de julio de 2019

El filofascismo de la jerarquía católica sigue vigente, vigoroso e impasible el ademán.

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Hay quien ha asumido con alegría la fábula de que este papa Francisco es súper progre, ultra guay e incluso filogay, olvidando su ejercicio cardenalicio durante la dictadura de Jorge Rafael Videla: no se le conoce crítica alguna al régimen asesino del dictador; tribunales franceses lo han citado como testigo en una trama de robos de bebés; otros sacerdotes argentinos lo han acusado de haberlos delatado y facilitado su encarcelamiento y tortura por defender la iglesia de los pobres. Y es que la gente y los jueces y los historiadores ya no saben qué inventar para malmeter.
El caso es que el embajador vaticano en España, el nuncio Renzo Fratini, nos ha sacado de dudas esta semana y ha vuelto a dejar claro a quién sirve la iglesia de dios en esta tierra de incertezas y espantos. Asegura Fratini, o Fraticini, o como se diga, que en el temilla de la exhumación de Francisco Franco sobrevuela “una ideología de algunos que quieren de nuevo dividir a España. 
Las palabras del nuncio me han hecho sentir decididamente mal, como si hubiera despertado en húmedo pecado. O sea, detrás de la decisión de la mayoría absoluta de nuestro Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, lo que hay es una banda de rojos descerebrados que quieren revancha de la guerra civil, romper España y mancillar el nombre de nuestro caudillo, que no se sabe si asesinaba por hacer el mal o por hacer el bien. Tampoco sabemos si Franco, dice Fratini, nos libró de una guerra civil que él mismo diseñó. Qué desasosiego.
Ya teníamos olvidados los apoyos explícitos, y por escrito, del Vaticano a HitlerMussolini, los citados Videla y Franco, el sátrapa Pinochet y tantos otros. Ahora las palabras de este Fraticini o Fratini nos vienen a refrendar los que algunos divagábamos cuando nos poníamos ciegos de vino de misa: que el filofascismo de la jerarquía católica sigue vigente, vigoroso e impasible el ademán.