Ha señalado que este virus no nos vencerá. Al contrario. Nos va a hacer más fuertes como sociedad; una sociedad más comprometida, más solidaria y más unida. Creo que sí. Estoy de acuerdo. Pero además, nos hará una sociedad más sensible a la corrupción y a los que diciendo una cosa, hacen otra.
Ha dicho que lucharemos contra el coronavirus con rigor, responsabilidad y solidaridad. Pero, precisamente, rigor, responsabilidad y solidaridad es lo que le ha faltado a la monarquía corrupta que ha representado su padre. Por lo tanto, ¡Ninguna lección!
Ha comentado que volveremos a la normalidad. Si todos nos unimos y colaboramos desde nuestras respectivas responsabilidades. Pero responsabilidad es lo que le ha faltado a la institución que representa.
Un discurso vacío, hueco, como al que se nos tiene acostumbrados desde hace 45 años. Una monarquía en la que sí hay que hacer lo que dicen pero no hacer lo que hacen, porque sino el país se iría al garete.
En lugar de decir las banalidades que ha dicho podría haberse dirigido a los españoles para comunicarnos que iba a solicitar al Parlamento que le levanten la impunidad judicial a él y a toda la familia, y que lo traten como a uno más, como indica la Constitución. Hubiera sido mas justo, porque lo de la “gravedad de la situación por el coronavirus” ya lo sabemos.
Por eso, más que el discurso sinsorgo del monarca hay que destacar las sonoras caceroladas que le hemos dedicado gran parte de la ciudadanía a esa monarquía desde diferentes ciudades del Estado.