El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, es un psicópata. No es hora de eufemismos ni medias palabras.
No solo es fascista, nepotista, ignorante, incapaz, misógino, xenófobo, homofóbico, admirador de dictadores y torturadores, está rodeado por un gabinete de lunáticos, terraplanistas y fundamentalistas religiosos, y vinculado personalmente con bandas de milicianos y asesinos a sueldo.
Además, es un psicópata.
El comportamiento del presidente brasileño frente al coronavirus era previsible, ya que siempre fue un negacionista de la ciencia. En una entrevista por televisión, Bolsonaro dijo que va a morir alguna gente, bromeó con que la vida un día se termina y agregó que no se puede “parar la economía” por eso.
Ha prohibido parar el país por decreto, pero un juez del Supremo les dio la razón a los gobernadores y alcaldes, dictando una medida cautelar para que puedan disponer medidas de aislamiento.
Bolsonaro es un psicópata y hay que sacarlo del poder antes de que haga más daño, porque ante una emergencia de este tamaño, las prioridades y los parámetros no pueden ser los mismos que en una situación normal. A Dilma Rousseff, una presidenta honesta y democrática que no había cometido ningún crimen, la destituyeron por nada.
¿Qué esperan ahora?
Está en manos del Congreso y del Supremo Tribunal Federal decidir si quieren salvar vidas o pasar a la historia como cómplices de un psicópata y asesino.