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viernes, 5 de enero de 2024

"La sociedad de la nieve" un film que demuestra que
el ser humano tiende más a cooperar que a competir.

Hay pruebas suficientes de que el ser humano tiende más a cooperar que a competir y esta
historia es un gran ejemplo.
En efecto, y contra las ideas más asentadas, cooperar, hasta la evidente radicalidad de la antropofagia, hasta la aniquilación del mayor de los tabúes, no solo nos hace mejores, sino que nos hace sobrevivir.
'La sociedad de la nieve' es, al contrario que la cinta anterior más célebre -¡Viven!, la película de Frank Marshall de 1993-, un film cuya idea no es romantizar la aventura ni reconstruir el alma del héroe; ahora, la voz la toman los que sobrevivieron al lado de los muertos para todos juntos, en un ejercicio sin duda de riesgo, detenerse en el viaje espiritual y también carnal de reconciliación, de perdón y, en su sentido más radical, de comunión.
Lo relevante de la historia de los Andes, contra la lectura habitual y habitualmente 'hollywoodiense', nos demuestra que todo eso del furor competitivo que supuestamente mueve a la sociedad y supuestamente espolea al progreso no alcanza a ser más que un mito torpe, intelectualmente muy respetable, eso sí, pero falso.
La sociedad de la nieve' avanza en todo momento como una plegaria laica que habla de fraternidad en el mejor de los sentidos, y que propone la comunión de la carne no como rito o milagro de transubstanciación sino como certeza, como dieta (con perdón) de vida plena y justa.