El Putin ruso no es comunista ni por asomo, y la América grande de Trump no es tampoco aquel país de las libertades del que tanto presumían.
Va camino de convertirse en una autocracia que impone la voluntad del presidente sobre todo, incluso sobre la justicia.
Ambos, Putin y Trump, son grandes colegas desde hace años, como hemos repetido algunos reiteradamente.
Y sus intereses no se dirigen prioritariamente al bienestar de sus ciudadanos.

martes, 6 de enero de 2015

¿Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer?

Escribía ayer en El Correo Ramón Jáuregui que "el descontento de la crisis arrastra a las peores valoraciones a quienes llevamos tiempo representando a los ciudadanos y responsabilizándonos de su gobierno". Nada nuevo bajo el sol. Algo indiscutible y ganado a pulso.

Pero, añadía, que "hay algo inconsistente en este depósito de confianza en un desconocido, lo que me reafirma en la idea de que mucho del apoyo que suscita la nueva fuerza política estelar es más voto de castigo que esperanza de cambio". Y también es algo cierto.

El asunto demuestra que, si bien hasta ahora, lo habitual era que "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", parece ser, es tal el hartazgo, que ha llegado el momento de pensar que, siempre respetando la Ley y la Constitución, cualquier novedad en la Administración puede suponer un "aire fresco" imprescindible para cualquier regeneración democrática.