Poner en solfa creencias, sean cuales sean, es una conquista de la Ilustración que hemos de reivindicar hoy más que nunca. Y blasfemar es un derecho, no un delito. “Sólo hay una excepción razonable a la protección ilimitada del discurso: cuando alguien incita directamente a los crímenes de odio.
Pero en este punto las religiones tienen un historial realmente malo. La blasfemia sólo la considera tal un creyente cuando se dirige contra su religión, no cuando el blanco es otra. A los cienciólogos no les gusta que se demuestre la irracionalidad de las ideas de L. Ron Hubbard; ni a muchos cristianos que se tache al dios del Antiguo Testamento de iracundo, caprichoso y despreciable; ni a los musulmanes que se dibuje a Mahoma con una bomba por turbante. ¿Y qué? Que se aguanten. La crítica a todas las ideas, incluidas las religiosas, es un derecho al que nunca debemos renunciar.
No puede haber una sociedad democrática sin el derecho fundamental a la libertad de expresión”, que ésta incluye “el debate abierto sobre la religión y las creencias”, y que “el debate, la sátira, el humor y la expresión artística deben disfrutar de un alto grado de libertad de expresión y el recurso a la exageración no ha de ser visto como una provocación”.
Todos somos Charlie Hebdo.
(Recogido de magonia.com)