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miércoles, 7 de enero de 2015

No puedo aceptar ideologías, políticas o religiosas, que no acepten la libertad de los demás, sean nazis o defensores de estados religiosos.

A raíz de los asesinatos de hoy en París hay un principio que, en mi opinión, no se puede ceder: “No puedo aceptar ideologías, políticas o religiosas, que no acepten la libertad de los demás”.

Es cierto que para los musulmanes, el cuerpo de Mahoma o el de Alá es irrepresentable. De ahí que. en los países musulmanes, donde religión y administración se encuentra triste y absolutamente entremezclado, está claramente prohibido. No hace falta recordar que en los países donde impera esta religión la libertad de expresión, simplemente, no existe.

Europa corre un doble peligro. El del “aparente” absoluto respeto a todas la religiones, incluso con sus prejuicios machistas, sus culturas exclusivistas, los barrios periféricos de grandes ciudades donde sus leyes son las que imperan en las calles y la aceptación de personas cubiertas de cabo a rabo impidiendo su identificación, pensando que desde la aceptación de sus reglas ya terminarán aceptando las nuestras. Algo que parece que no funciona. El otro peligro es el de la reacción homófoba o racista de muchos europeos que ven en esta población un peligro para la cultura europea tradicional.

Me considero europeo y demócrata, y creo que sólo la democracia salvará a Europa de las dictaduras. Pienso que Europa debe de aceptar todas las ideologías, sean consideradas religiones u opiniones políticas, con la única condición de que sean respetuosas con las demás, que acepten la posibilidad de que no todos tienen que pensar como ellos, que pueden tener derecho a hacer algo que a ellos no les guste, porque responda simplemente a una libertad de expresión oral o plástica, o sea un libro o una película. Y no tienen derecho ni a manifestarse en su contra, ni a amenazarlo ni a prohibirlo.

No puedo aceptar ideologías, políticas o religiosas, que no acepten la libertad de los demás, sean nazis o defensores de estados religiosos. Y si Europa sigue cayendo en la trampa de permitir y cerrar los ojos a estos movimientos, su futuro está claramente en peligro.