Esta semana se cumplen 30 años del Pacto de Ajuria Enea. Sus protagonistas, los partidos democráticos vascos -PNV, PSE, Eusko Alkartasuna, Euskadiko Ezkerra, Coalición Popular, CDS- ya lo calificaron como “un antes y un después en la lucha contra el terrorismo”, la “hoja de ruta” del final del terrorismo.
La clave del pacto fue constatar que ETA no era consecuencia del conflicto político vasco sino la manifestación dramática de su fanatismo y totalitarismo. Por tanto, se la marginaba del ámbito político y se rechazaba la negociación política con ella. Este fue un gran paso adelante.
Y otro de los puntos básicos de Ajuria Enea fue el final dialogado. El punto 10 ofrecía esa posibilidad pero no era clave. Quedaba en manos de ellos si cumplían determinadas condiciones que nunca intentaron.
Lo importante era lograr que Batasuna rechazara la violencia y se incorporara a la democracia. Eran los puntos 7, 8 y 9 del Pacto y eso solo se logró 23 años después de firmarlo. Siempre reaccionando con tardanza a las exigencias democráticas de la sociedad.
Un momento de la histórica firma del Pacto de Ajuria Enea en enero de 1988. De iquierda a derecha, Alfredo Marco Tabar (CDS), Iñaki Oliveri (Eusko Alkartasuna), Txiqui Benegas (PSOE), el ‘lehendakari’ José Antonio Ardanza (PNV); Kepa Aulestia (Euskadiko Eskerra), Xabier Arzalluz (PNV) y Julen Guimón (Coalición Popular). / LUIS ALBERTO GARCÍApolitica.elpais.com |