A pesar del discurso inicial del presidente de la mesa de edad, Ernest Maragall, en la cita inicial de ayer, existen algunos motivos para ser optimistas. La renuncia, ayer, de Puigdemont y los cuatro exconsellers exiliados en Bruselas al voto delegado en la constitución del Parlament fue una buena noticia.
Porque evitaba más que probables recursos de otras fuerzas (si no hubiera habido tal renuncia). Es decir, porque sorteó en la primera sesión una oportunidad para adentrar la legislatura en el pedregal.
No hay, sin embargo, motivos para confiar en que esta actitud será siempre predominante. Ni para pensar que Puigdemont, quien insiste en ser investido presidente a fin de mes pese a las advertencias de los letrados del Parlament de que eso es legalmente inviable, no vaya a tratar de tensionar la situación.
Dicho lo cual, está claro que la nueva legislatura tiene que ser la de la recuperación de las instituciones catalanas. Y eso sólo será posible si en el Parlament domina la sensatez y se dialoga, si el Govern gobierna para todos y si la ley se respeta en toda ocasión. ((http://www.lavanguardia.com)