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Se empezó con el televoto y se acabará en la democracia telemática: mítines virtuales, discursos en vídeos, aparición de los candidatos a través de la Red. Ya no hay fronteras para la presencia de un cuerpo mortal.
Pero la ocurrencia de Puigdemont, de ser investido por Skype y el apoyo al disparate que recibe de parte de su partido indicaría que efectivamente lo del seny era un cuento y lo real es una falta de cordura de secta entre la manía persecutoria, el surrealismo de tramontana y el engreimiento.
Como Merlín o como Maese Pedro con su retablo, falsario y encantador, el galeote huido de la justicia no lleva mono en el hombro pero es ya una especie de hechicero.
Es difícil de soportar -para los que no comparten la fe en la república catalana e incluso para muchos de los que le votaron- esa tabarra de ruido desapacible, molesto e insistente, con esos gags de martilletes móviles, mientras la mayoría parlamentaria sigue pendiente de la carraca de Bruselas.