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miércoles, 5 de septiembre de 2018

Aquellos batasunos y estos lazoamarillistas

El mundo civil de ETA se aplicó desde finales de los setenta a la movilización callejera, entre otras artes. Pero en los ochenta y noventa, y después, cuando tenía definido su espacio político sin posible rival, se dedicó a privatizar los escenarios colectivos por la vía de ocuparlos al completo, impidiendo físicamente su convivencia con otras expresiones. 

Determinadas zonas del callejero, plazas, balconadas y balaustres, rotondas, universidades, paredes y cualquier superficie susceptible de colgar un afiche quedaron para ellos solos. En mi facultad ocuparon hasta el suelo y los techos, de manera que resultaba casi imposible no pisar o apartar alguno de sus carteles en el tránsito ordinario, como haría un fascista cualquiera.

Un balcón municipal no es de la mayoría de la corporación, ni tampoco de la mayoría de los vecinos de ese lugar. Un balcón municipal es de todos los vecinos, aunque solo hubiera uno que pensara distinto. Para eso están las enseñas institucionales, no partidarias, representativas de todo el mundo, sin excepción.

En todo caso, lazos amarillos o simbología masiva de cualquier cariz expuesta así, desde el poder o desde abajo, con intención de apabullar, no son sino expresión de un proceso político -el procés secesionista- desconocedor de la diferencia entre democracia y Estado de derecho.