Nos han tenido varios meses intentando hacernos creer que se iban con el nacionalismo radical vasco a pactar un nuevo estatuto y que no parecía importarles nada la opinión del resto.
Y está claro que eso a cierta parte de su afiliación, cada vez menos numerosa, así como a los bildutarras en general, les parecía además de maravilloso, algo lógico y razonable. Pero la realidad es muy otra.
Era obvio que a la cuadrilla del Lehendakari no les gustaba un pijo y para la mayoría de vascos y vascas no era más que un canto al sol, y dejar que se explayen y se desahoguen porque después, a la vuelta del verano, ya retornarían Urkullu y sus colegas y volverían las aguas a su cauce y se reencauzaría el tema hacia líneas más razonables.
¡ Cuánta pérdida de tiempo innecesaria !
Tanto teatro y tantas falsas esperanzas ... pa na.
No entiendo que necesidad tienen de aparentar lo que no son, ni lo desean.
No entiendo para que hablan de independencia delante de los micrófonos si luego en petit comité reconocen que solo son eslóganes para alimentar parte de sus bases, como hacen los sacerdotes cuando hablan del espíritu santo antes sus ovejas.