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La mal llamada ‘vieja política’ ni era tan infame ni está tan obsoleta como algunos pretenden. El tributo unánime al malogrado Alfredo Pérez Rubalcaba ha venido a redimir el denostado ‘régimen del 78’, del que el finado era heredero e insigne baluarte. La política, concebida como las reglas del juego que ordenan un país en democracia, pivota sobre un rosario de complicidades y lealtades.
La designación de Miquel Iceta como candidato socialista a presidir el Senado ha puesto a prueba esas reglas de compromiso. ERC, JxCat y otras fuerzas le regatean su apoyo para que el Parlament lo designe senador invocando argumentos irreconciliables.
Queda demostrado que la empatía con el adversario, tan elogiada tras la muerte de Rubalcaba, en vida pasa factura.
El fuego cruzado sobre el líder del PSC, aparte de torpedear el ‘fair play’ parlamentario, aflora las contradicciones y miserias de la ‘nueva política’.
Queda demostrado que la empatía con el adversario, tan elogiada tras la muerte de Rubalcaba, en vida pasa factura.
El fuego cruzado sobre el líder del PSC, aparte de torpedear el ‘fair play’ parlamentario, aflora las contradicciones y miserias de la ‘nueva política’.