El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

domingo, 17 de noviembre de 2019

El cordón sanitario para frenar a la ultraderecha de Vox debe pasar de las palabras a la respuesta institucional.

El auge de la ultraderecha en España, donde ha logrado la tercera plaza en el Congreso de los Diputados y se ha disparado hasta los 52 escaños, ha provocado que una gran parte de la ciudadanía crea necesaria impulsar una respuesta, ya sea desde el pleno del Parlamento Vasco a través de los grupos políticos, desde la Ponencia de Memoria, o desde el propio Gobierno Vasco liderando él la iniciativa. Que lo dirija y coordine quien corresponda, pero que lo haga.

Defender un cordón sanitario frente a este fenómeno que amenaza el autogobierno, la convivencia social, la integración de las personas migrantes, la igualdad y las libertades políticas de los partidos que respeten la democracia interna, la Constitución y el actual sistema democrático, empieza a ser no solo necesario, sino también urgente.

El "cordón sanitario de los partidos" debería de incluir como mínimo común denominador el rechazar la relación con partido alguno al que le cueste rechazar cualquier tipo de vulneración de los derechos humanos por parte de partidos o colectivos. 

No será fácil de gestionar porque, al bajar a la letra pequeña, puede suscitar dudas en los dos partidos vascos con más déficit democrático actualmente, es decir, tanto en el PP como en EH Bildu. 

En el PP, porque cualquier demócrata, en mi opinión, debería de apostar por no dar ni agua a Vox en las instituciones ni pactar con ellos, aquí o allí, pero todos sabemos que tanto populares como Ciudadanos han engordado la bolsa de votos de los ultras con los acuerdos en Andalucía, Madrid y Murcia. 

En EH Bildu también puede haber problemas, porque realizar cualquier mención sobre la memoria crítica con el pasado de Euskadi y la violencia de ETA sigue resultando complicado para los que siguen intentando ponerse al día en conceptos tan democráticos como la condena a la violencia, el compromiso con las vías democráticas, el respeto al pluralismo, y a los derechos humanos.

Para terminar, resaltar que rechazar la intolerancia y defender los derechos humanos de manera férrea son “las dos caras de la misma moneda democrática”. Y quien no lo cumpla, antes, ahora y siempre deberían de haber sido, de ser ahora y en el futuro, claramente despreciados por los partidos demócratas.