Pedro Sánchez entendió el 10-N que una mayoría de la ciudadanía quería que pactara con UP. Los resultados de las elecciones ofrecían pocas dudas, así que tuvo la inteligencia de cerrar un acuerdo en 48 horas, pensando que a lo mejor con Pablo Iglesias no dormiría tranquilo, pero al menos dormiría.
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Pero las últimas elecciones también expresaron que existe una mayoría en España que desea que se afronte el contencioso catalán desde el diálogo para desatascar la situación.
Un gobierno de PSOE y UP requerirá del apoyo del PNV, que puede ser un aliado natural para buscar salidas. Los nacionalistas vascos supieron reconducir sus políticas tras la apuesta fallida de Juan José Ibarretxe, que les llevó a la oposición: volvieron al gobierno en pocos años y consiguieron reconducir sus posiciones y ampliar su autogobierno.
Por cierto, al que fue lehendakari lo sacan poco en las procesiones de Euskadi, mientras que en Catalunya lo pasean a menudo ante la mirada desconcertada de los propios nacionalistas vascos.
ERC ha levantado en los últimos tiempos la bandera del pragmatismo en contraste con la radicalidad del discurso de Waterloo, que, a veces, les paraliza como la kriptonita a Superman.
A los republicanos hasta ahora les ha faltado audacia, pero la nueva generación en el partido que presume de ser pragmática tienen ahora una gran oportunidad para demostrarlo.