El discurso de Casado de este fin de semana ha tenido la doble virtud de clarificar la estrategia política del PP y a la vez culminar el reguero de inquietantes intervenciones diseminadas a lo largo del cónclave.
La promesa de derogar o reformar de forma sustancial las leyes de memoria democrática, las leyes feministas, la ley de inmigración, la ley de la eutanasia, la ley del aborto y la ley de educación, además de la previsible bajada de impuestos, mimetiza sin disimulo el tremendismo retrógrado de Vox.
Octubre de 2020 ha quedado muy lejos, sin rastro de la ruptura con Santiago Abascal que exhibió Casado desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados donde cuajó su mejor discurso hasta hoy durante la respuesta a la moción de censura de Vox.
La promesa de derogar o reformar de forma sustancial las leyes de memoria democrática, las leyes feministas, la ley de inmigración, la ley de la eutanasia, la ley del aborto y la ley de educación, además de la previsible bajada de impuestos, mimetiza sin disimulo el tremendismo retrógrado de Vox.
Octubre de 2020 ha quedado muy lejos, sin rastro de la ruptura con Santiago Abascal que exhibió Casado desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados donde cuajó su mejor discurso hasta hoy durante la respuesta a la moción de censura de Vox.
Es una mala noticia para la vida política española que la derecha descarte el modelo que la canciller alemana Angela Merkel impulsó durante años para aislar a una ultraderecha incorporada a las instituciones, como sucede con Vox en España.