El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

viernes, 6 de agosto de 2010

Diario de vacaciones. Capítulo 04. Día 6

Ayer mi hijo Unai llegó borracho a casa. Literalmente se cayó frente a mi, mareado. Vomitó y se acostó conmigo. Verle así me agujereó el estómago. Nunca lo había visto así, afortunadamente. Desafortunadamente le vi ayer. Apenas hablamos. Supongo que lo haremos hoy. Me dormí con ganas de llorar. Quería llorar de pena, la que me daba mi hijo, y de cariño, porque quiero demasiado a ese niño que ha dejado de serlo, que lloriqueaba y me pedía perdón mientras la culpa por haber decepcionado a quien confiaba en él, su padre, yo, le pesaba más y más.

Es muy difícil encontrar la frase que pueda expresar lo que sentí ayer al observar a mi hijo dormido junto a mi tras haber suplicado sentidamente perdón durante varios minutos. En ocasiones me gustaría poderme introducir en la cabeza de mis hijos para poderles aconsejar desde dentro, recordando los errores y aciertos que he protagonizado  y dándoles así ventaja para que ellos eviten los primeros y mejoren los segundos. Sin embargo, desgraciadamente, cada persona debemos caminar nuestra experiencia y sortear o caer   en los baches que la senda nos tiende. No sirven los avisos desde fuera. No nos vale lo que nos aconsejan desde la cuneta. Caminamos, avanzamos sin atender verdaderamente a lo que nos dicen. Aprendemos experimentando. Lo hice yo, lo harán mis hijos.