La vida te da sorpresas, decía la canción. Sorpresas te da la vida. A mi me dió una importante hace ya más de tres años cuando mi mujer me dijo que quería dejar de serlo, mi mujer me refiero. Ayer la vida me dió otra sorpresa, menor y más divertida. No sospechaba que José pudiera tener una amante. ¡Vaya palabra! Amante. He desayunado con él prácticamente todos los días del año, y ha sido capaz de hablar de cualquier tema menos del de su amante secreta. Eso, quizás, refleja el nivel de comunicación existente entre nosotros. No sé si somos el paradigma de los amigos. Si nuestra comunicación es un ejemplo del nivel de comunicación existente entre los amigos, amigos de desayuno diario. Los lunes hablamos del Athletic, fútbol. Los martes de algún asunto de trabajo, de algún compañero al que envidiamos porque le han propuesto un ascenso o de algún cliente que nos vuelve locos. El miércoles comentamos lo guapa que es alguna compañera joven, o lo bien que se conserva la que ya no lo es tanto. El jueves hablamos de lo mal que lo hace el gobierno y el viernes del plan de fin de semana: comidas y más comidas, algo de deporte con otros amigos y televisión. Y nunca comentamos nada relacionado con lo que de verdad nos importa, que no es ni el Athletic ni el gobierno. Sí nos importa estar bien en el trabajo y que se nos reconozca lo bien que lo hacemos, con ascensos o con subidas de sueldo. Nos importa el culo de la compañera, con la que nos gustaría tener una aventurilla, aunque no lo confesemos. Pero lo que más nos importa no entra en el guión de nuestra conversación: hijos, mujeres, las nuestras, las que tenemos y las que quisiéramos tener, nuestros planes y frustraciones, nuestros miedos. Tal vez pasarnos todas las mañanas hablando de estos temas acabaría por aburrirnos, pero intercalar lo intrascendente con lo importante podía ser una buena fórmula.