A veces, oyendo a determinadas personas dar sus teóricas opiniones en público me queda la duda de cual de los dos adjetivos aplicarle. Yo, cuando tengo que elegir entre ambos, me suelo decantar por el primero, y acierto. Dos afirmaciones del mismo personaje me han llevado a plantearme la cuestión. El sujeto no es otro que José Ignacio Munilla y las afirmaciones son estas:
El obispo de San Sebastián ha denunciado hoy, durante su homilía, en la solemne misa de San Ignacio, la "incomprensión" y la "persecución" que a su juicio sufren los católicos. Alguno podría salir en su defensa aduciendo que se refería a los creyentes que viven su fe en países musulmanes radicales, pero no. El laureado clérigo se refiere a "sus ovejas" en Gipuzkoa, En momentos así, me acuerdo de las palabras de un "ilustre político", no menos católico que él, cuando en el hemiciclo madrileño dijo aquello de "manda huevos".
La otra perla la ha soltado en referencia a la educación actual criticando el "fracaso educativo" que, a su juicio, se da en la actualidad. Lo ha dicho delante de la consejera Celaa quien, en mi opinión con buen criterio, le ha respondido que nunca en la vida, en la humanidad, ha habido tanto acceso a la educación como hay actualmente. Y esto, sin duda, es una conquista de la sociedad democrática y civil. Es una conquista universal, todo el mundo accede a la educación y nuestro sistema goza de excelente salud. Otra cosa sería al hablar de fracaso educativo se refería al de la educación religiosa, a la dificultad de penetración de la religión en los jóvenes y al escaso eco que tiene su obligada oferta en los centros educativos entre los jóvenes que pueden elegir libremente, pero eso ya no es el problema de la sociedad sino suyo y de los que le siguen.