Hoy se cumplen 17 meses de las últimas elecciones al parlamento vasco, aquellas de las que salió un hemiciclo que decidió cambiar de Lehendakari. Desde entonces, el Gobierno resultante se ha empeñado en que la política vasca perdiese esa tensión que la hacía tan especial. Yo diría que era una tensión tan insoportable como innecesaria.
No ha pasado media legislatura y ya parecemos casi una sociedad como las del entorno. La "aburrida", pero envidiable rutina de un país democrático ha sustituido en pocos meses a la intensidad de acostarnos cada día con el "run run" del derecho a decidir.
Somos muchos ciudadanos los que vemos con buenos ojos esa bajada de tensión, ese aburrimiento causado por la ausencia de discusiones inútiles. Comparto en este aspecto la opinión de quien mirando a las musarañas ha podido echar la vista atrás y observar con satisfacción que en algunas cosas, afortunadamente, sí hemos mejorado sensiblemente.