Al sultanato-reino norteafricano le interesa mantener vivo el conflicto con España, que pese a ser de baja intensidad y no bélico es muy útil para la estabilidad de la sociedad y del Estado magrebíes, donde la corrupción y el incumplimiento de derechos humanos tienen dimensiones que, curiosamente, en España se difunden con cuentagotas.
El rebumbio es grande, pero la sociedad española ignora que hará el Gobierno español ante esta enésima provocación. En todo caso, no hace falta ser una lumbrera ni conocer todos los detalles para concluir que, de entrada, los analistas de PSOE y PP deberían dejar de confundir y utilizar la amistad personal Juan Carlos I-Mohamed VI con las relaciones España-Marruecos.
Y en segundo lugar, sin llegar a la payasada de invadir otro peñón como el de Perejil, Madrid debería no hacer aprecio (es decir, despreciar) la obra de teatro que se representa en la frontera y ordenar públicamente con bombo y platillo a las fuerzas de seguridad que sigan cumpliendo con rigor y mesura sus funciones fronterizas --tal como vienen haciendo-- y, sobre todo, reconocer al gobierno en el exilio del Sahara Occidental... Y si esto no le gusta a Mohamed VI, el problema es de su régimen, no del Estado democrático de Derecho que es el Reino de España.