A la mañana siguiente me desperté más tarde que de costumbre. Unai ya estaba levantado. Me saludó llamándome dormilón y preguntándome por lo que había hecho la tarde anterior. Estaba muy afable, muy simpático. Preparó la mesa en la terraza. La lluvia del día anterior había dejado paso a otro día soleado, típico del verano en esa zona de Cataluña. Lo que esperamos los que acudimos puntualmente los meses estivales a estos lares.
-Necesito una raqueta nueva, -soltó a botepronto.
-¿Una raqueta nueva? ¿Para qué, si puede saberse?
-Es que el otro día le di un golpe y se ha desajustado. El marco está doblado.
-Osea, que la golpeaste contra el suelo. Te mosqueaste y empezaste a darle al suelo con la raqueta.