Cuando alguien dice, por ejemplo, que no se considera quién para condenar ni criticar a otro por autodefinirse gay, podría decirse que, en principio, en una persona razonable, abierta y respetuosa con los demás. Simplemente. Si se lo oímos al jefe del Vaticano, conocidos sus predecesores, parece de lo mas progre, singular y ... propenso a un accidente próximo.
Imagen y texto inferior recogidos de
¡Bien por Francisco! Al menos hasta ahora. Veremos si pone los medios para que lo que dice se pueda cumplir, y ordena a sus queridos prelados españoles que dejen de entrometerse en cuestiones de Estado y se dediquen a lo suyo. Que den al Cesar lo que es del Cesar y ellos a impartir doctrina y a sus asuntos.
Ahora falta que lo que dice se ponga en práctica. También en España. Para lo cual, habría que empezar por desmontar ese contubernio empresarial socio-económico que es la Iglesia Católica en España. Porque apostar por la laicidad no es otra cosa que buscar la autofinanciación de verdad –algo que ya está recogido en la ley, pero a lo que la Iglesia Española no hace ni caso y sigue chupando de la teta Estado—, desprenderse de los privilegios y no inocular ideología en las escuelas públicas.