Se sientan en el banco azul y comparten tareas de responsabilidad en el Gobierno de la nación. Él, ministro de Justicia, es hombre poliédrico y polémico donde los haya; ella, vicepresidenta del Gobierno, es la persona que más poder acapara en este Ejecutivo como mano derecha de Mariano Rajoy, además de ser la figura de mayor proyección de entre los políticos con futuro que pueblan la nómina del PP. La estrecha relación que une a Alberto Ruiz-Gallardón y a Soraya Sáenz de Santamaría no ha pasado desapercibida para nadie. Lo que aquél supo encontrar en Ana Botella, la atrabiliaria alcaldesa de Madrid a la que incluyó en su lista para así poder gozar de la protección de su antaño poderoso marido, ahora lo ha volcado sobre la mujer que goza de toda la confianza del Presidente, convencido de que no hay mejor farallón tras que el protegerse de los muchos enemigos que con cuchillos cachicuernos le esperan embozados tras las esquinas de la derecha española.
En la ciénaga en la que chapotea un PP cuarteado por la corrupción galopante de Gürteles, Bárcenas y demás escándalos, la vicepresidenta encarna una postura, encabeza un núcleo de gente más o menos joven y no contaminada que rechaza de plano esa situación, personas que en palabras de la ex presidenta madrileña se sienten “abochornadas” por la corrupción y reclaman, exigen, mano dura, operación limpieza y depuración de responsabilidades. Son los sorayos, un conjunto que se agrupa bajo el paraguas de la vicepresidenta. En una maniobra calculada, Ruiz-Gallardón se ha puesto a la sombra de ese grupo, intentado una alianza no explicitada pero de largo recorrido político. Es el rumor que recorre Madrid en las últimas semanas. En la tormenta que, por debajo del efecto balsámico de la mayoría absoluta, agita las aguas del partido y compromete su futuro, está en juego la sucesión de Rajoy y el liderazgo del PP. Gallardón sabe que sólo la vicepresidenta podría discutirle ese entorchado en un futuro no lejano y, calculador cual es, ha decidido hacer la primera parte de la carrera a su lado, pegado a su rueda, convencido de que cuando llegue el Tourmalet sabrá esprintar hacia la meta donde se coronan los elegidos.
La palanca que mueve a la Fiscalía a pedir prisión sin fianza para Luis Bárcenas la maneja Gallardón, pero el permiso para hacerlo posible lo solicita a Sáenz de Santamaría, quien, tras consulta con Rajoy, lo concede.