Las apelaciones de estas semanas a Joaquín Almunia por su condición de bilbaíno, vizcaíno, vasco, español o socialista para que resuelva el contencioso de las ayudas al sector naval mediante tax-lease de modo favorable a los intereses de los astilleros vascos, asturianos y gallegos son bochornosas.
Me avergüenzan los representantes institucionales; me avergüenzan los tertulianos; me avergüenzan los editorialistas; me avergüenzan todos aquellos que tienen una concepción tan miserable del servicio público que piensan que por el hecho de proceder, geográfica, administrativa, política o ideológicamente de un determinado ámbito, sus actuaciones han de obedecer a los intereses propios de ese ámbito.
Quienes consideran que el ejercicio de responsabilidades políticas e institucionales ha de estar al servicio de los intereses particulares de un sector, territorio, región, país o grupo social por razones tan accidentales como la procedencia de quien ejerce la responsabilidad, tienen una visión de la política y de las instituciones que merece dos calificativos: campanil y miserable.
Y además, que no nos quepa duda, que los que le critican a Almunia, en su ambito de poder actuarán de esa manera, es decir, favorecerán a los de su país, a los de su "territorio histórico, a los de su pueblo, a los de su partido, atendiendo más a esos factores que a la valía personal de un candidato, de una empresa o de una idea o cuestión como es el caso.