Según el CIS, un 48’9% de catalanes piensan que la situación actual de Catalunya es peor que hace dos años, y un 25,6% piensan que es mucho peor. Un escenario nada halagüeño para un Parlament que se prevé muy fragmentado, en el que los acuerdos entre grupos serán imprescindibles y que encontrará su primer gran reto en la investidura de un president.
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Por todo ello, es importante que en estas dos semanas de campaña electoral la ciudadanía catalana exija a sus futuros representantes propuestas concretas sobre políticas públicas que superen el monólogo de las banderas y la pugna de identidades.
Deberían exigir que vuelvan a la política, que hagan propuestas para mejorar la vida cotidiana de la ciudadanía y que apuesten por medidas constructivas que superen el frentismo en el que llevan ahogados meses, que ahora tiene forma de políticos presos o huidos y que antes tuvo forma de falta de diálogo y de respeto de la ley.
Lo que está en juego es la reconstrucción de la convivencia, y ahí no valen victimismos ni grandes consignas. Es hora de hacer política en el corto plazo, no cortoplacista, para garantizar el futuro político de Catalunya en el medio y largo plazo.