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Ni tan diferentes, ni tan enemigos. Tampoco tan iguales, sobre todo si sacan la bandera. A pesar de todo, o quizás por encima de todo, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y el Partido Popular (PP) han sabido acompañarse, ayudarse y hasta votarse cuando ha hecho falta. Las diferencias identitarias, agravadas durante los años de la violencia, no han sido capaces de arruinar las relaciones entre ambas formaciones. Ha habido sobresaltos, pero sólo eso. Sobresaltos. En el fondo se necesitan. Y en el frente también.
Lo que está claro es que el PNV, cuando las cosas aprietan, suele mirar al PP. Lo acaba de hacer para sacar adelante sus Presupuestos de 2018, y también lo hizo –con igual éxito- para aprobar los correspondientes a 2017. En el medio hubo otro acuerdo: los cinco diputados nacionalistas en Madrid accedieron a apoyar las cuentas del gobierno de Mariano Rajoy de este año. Y ahora, al calor del nuevo acuerdo logrado en el Parlamento Vasco, todo indica que volverá a haber un acercamiento en el Congreso para permitir que el Gobierno del PP deje de tener Presupuestos prorrogados y logre aprobar los concernientes a 2018.
¿Hay algo de sorpresivo en estos romances?
Nada. Absolutamente nada. A lo largo de los últimos veinte años, los nacionalistas vascos han sabido alcanzar acuerdos con el PP. Lo lograron en Euskadi y también en Madrid. Lo normal es que se entiendan, porque en el día a día hablan un lenguaje muy parecido.
¿Hay algo de sorpresivo en estos romances?
Nada. Absolutamente nada. A lo largo de los últimos veinte años, los nacionalistas vascos han sabido alcanzar acuerdos con el PP. Lo lograron en Euskadi y también en Madrid. Lo normal es que se entiendan, porque en el día a día hablan un lenguaje muy parecido.