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¿Es tiempo de reformas constitucionales? Lo es, sin duda, pero las circunstancias no acompañan. En efecto, la actual composición política del Congreso de los Diputados no facilita, más bien impide, los amplios acuerdos que estas reformas requieren.
Hoy en día hay sectores —nacionalistas y populistas— que coinciden, como mínimo, en un aspecto: no hay que reformar la actual Constitución, hay que destruirla. Por tanto, dado el peso que estos dos sectores tienen en la Cámara, no es fácil, quizás es más difícil que nunca, aprobar ahora reformas constitucionales.
Sin duda es preciso modificar diversos aspectos como el del sistema electoral, la integración europea, la sucesión de la Corona, los derechos sociales, etc ..., pero, probablemente, si queremos llevarlas todas a buen término, deba procederse por partes, empezando por lo más urgente: una reforma de la organización territorial.
Este modo de proceder no significa que este sea el aspecto que peor ha funcionado en el sistema político español, sino, simplemente, que es una materia inacabada, ya que, tras su impulso inicial, muy acelerado durante los primeros 20 años, el proceso ha sufrido un parón y el modelo no se ha culminado como debía.
Si estamos de acuerdo en todo lo anterior, parece razonable sugerir que deba procederse a una triple reforma.
En primer lugar, clarificar el reparto de competencias para evitar la conflictividad actual.
En segundo lugar, debería procederse a la integración de las comunidades en el Estado mediante una reforma sustancial del Senado que lo convirtiera en un instrumento útil para mejorar el funcionamiento del sistema autonómico. El Bundesrat podría ser un ejemplo.
En tercer lugar, deberían incluirse en el texto constitucional una mayor cantidad de reglas generales en materia de financiación autonómica que limitaran la acción del legislador dentro de los actuales principios y de acuerdo con los valores de igualdad y solidaridad.
¿Son imprescindibles estas reformas? En todo caso, parecen necesarias. La Constitución aún puede dar mucho de sí y las reformas pueden llevarse a cabo también mediante leyes y prácticas institucionales. Pero estamos, sin duda, en tiempo de reformas.
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