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La reivindicación identitaria es la expresión del rechazo que produce la uniformización del mundo y su falso carácter universal; proceso de uniformización que fundamentalmente atañe a cuestiones de carácter económico.
Pero no hay una identidad cultural única, monolítica y separada de las demás. Por el contrario, existen comunidades de sujetos convivenciales. Es decir, personas que conviven con los demás mediante el diálogo y el convencimiento razonado o conquista del otro a través de las palabras. No hay violencia que pueda sobrevivir a la persuasión.
Quien no reconoce lo heterogéneo propio de toda cultura y ataca esas diferencias como enemigas, se convierte en un peligro para la convivencia. Una cultura que deja permanentemente de transformarse es una cultura muerta. La evolución incesante es un principio básico de lo cultural y por eso no se pueden establecer características culturales o hablar de la identidad cultural dentro de una cultura.
El filósofo francés François Jullien lo explica muy bien en su libro La identidad cultural no existe. Y no existe no sólo para regiones dentro de un Estado, caso como el de Cataluña que, además, nunca fue un reino independiente y siempre perteneció al Reino de Aragón. No existe ni siquiera para la propia Europa.