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Pues resulta evidente que el PSC diseñó una campaña pensada para atraer votantes "transversales" procedentes de los dos bloques, aliándose incluso con los herederos de Unió Democrática de Catalunya, que obtuvieron 100.000 votos y ningún escaño en 2015.
Por su parte, Catalunya en Comú-Podem apeló permanentemente a la necesidad de forjar acuerdos transversales con fuerzas de los dos bloques (Esquerra y PSC).
Sus resultados han sido pobres, quizá porque los votantes a los que esa estrategia apelaba eran muy costosos de atraer, y los votantes de PSC y CeC a los que esa estrategia no convencía tenían muchas opciones a las que irse.
La polarización de la campaña hizo además que estas opciones alternativas pudieran presentarse ante estos electores como competidoras en una batalla más importante: vencer al 155 vs. acabar con el procés.
En momentos de visceralidad, como es el caso, la razón brilla por su ausencia.