STEPHANIE LECOCQ / EFE www.elmundo.es/opinion |
Toca a su fin la campaña más delirante de las elecciones más serias. Toda campaña es una escenificación, y no es la primera vez que lo grotesco y lo dramático se dan la mano sobre las tablas del teatro de la política.
Ha sido el año de la ruptura unilateral y también de la reacción fraterna. Del silenciamiento de la oposición y del grito que estrenó en la calle la mayoría silenciosa o silenciada. De la metamorfosis del partido burgués en movimiento insurreccional y de la epifanía mística de un republicano de izquierdas. De la posverdad tuitera y del hackeo ruso. De los falsos heridos del 1 de octubre y del asesinato real de Víctor Laínez. De los medios subvencionados y de las embajadas cerradas. De un choque de trenes planeado por maquinistas de la desconexión y del deseo de conectarse de los extremeños sin tren. De la política real inventada para convivir y de la política simbólica diseñada para segregar. Del secuestro absoluto del debate público. De la muerte de la responsabilidad y de la vigencia del periodismo. De la vergüenza y del honor.
Ayer tocó reflexión. Hoy toca memoria.