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sábado, 4 de agosto de 2018

La villa de Bilbao. Su historia. Cap. 04

 Época anterior a la fundación de la Villa de Bilbao (Cont.)

El Señorío de Vizcaya
La primera referencia histórica a una entidad llamada Vizcaya, proviene de finales del siglo IX.
Como ya sabemos, quienes por primera vez recogieron noticias referentes al territorio vasco, fueron los geógrafos romanos que ya hemos comentado. Y nos dijeron que lo que actualmente es Vizcaya, estaba habitado por las dos tribus más occidentales, es decir, por los autrigones y por los caristios, cuyo límite fronterizo coincidía con el Nervión.
También hemos dicho, que la presencia de Roma no alteró demasiado los modos de vida de estas tribus en su parte norte, por la mayor dedicación a su granero y a su bodega en su parte sur.
Durante el largo período de convivencia con visigodos, francos y árabes, la oscuridad histórica, con pequeñas excepciones, afectó a todo el País Vasco. Sólo las imprecisas noticias de un Ducado de Vasconia, nos hablan de la posible existencia de una demarcación que lo incluiría.
No reaparecería en la historia el territorio vizcaíno, como ya hemos dicho al principio, hasta el año 900 más o menos. La Crónica de Alfonso III el Magno, rey de Asturias y León, que subió al trono en el año 866 y abdicó en el año 910, empleaba el nombre de Vizcaya por primera vez. Y lo hizo refiriéndose a unos acontecimientos ocurridos durante el reinado de Alfonso I el Católico, rey de Asturias, coronado en el año 739, con el dato siguiente: “Alava, Vizcaya, Alaon y Orduña siempre habían sido poseídas por sus habitantes”.
Más tarde, en las postrimerías del siglo X, el Códice Rotense menciona a un tal Momo, conde de los vizcaínos. Vizcaya adquiriría así una personalidad política, apareciendo, además, como Condado.


Sin embargo, de ninguno de los dos documentos se deducían límites de Vizcaya. Todo hace pensar que la Vizcaya del siglo X se identificaba con la Vizcaya nuclear, es decir, se excluían las Encartaciones y el Duranguesado. Y posiblemente llegaría hasta el río Deva. Cubría así la parte septentrional de la zona que habían ocupado los caristios.
Un documento posterior del Monasterio de San Millán de la Cogolla, que data del año 1.086, parece confirmarlo.
Si como Condado aparecía en el siglo X, fue durante la Alta Edad Media, a partir del año 1.040, cuando Vizcaya nuclear adquirió la forma política de Señorío. Y este Señorío oscilaba entre la corte navarra y la castellana (primero monarquía asturiana y luego castellano-leonesa).
El período de dominio navarro llegaría, con alguna posible interrupción, hasta 1.076, cuando, con la muerte, en Peñalén, de Sancho Garcés IV, que reinó desde 1.054 hasta 1.076, la monarquía navarra inició su decadencia. Y la Vizcaya nuclear pasaría entonces al ámbito castellano.
En efecto, sobre Iñigo López, que inicia la serie continua de los Señores de Vizcaya (fue Señor de 1.040 a 1.077), existen documentos navarros que datan del año 1.040. Y es el mismo Iñigo López el que mantiene su cargo y título, bajo el rey castellano Alfonso VI, que subió al trono en 1.065.
Durante el siglo XII Vizcaya alternó su dependencia política. De 1.135 a 1.180 pertenecería a Navarra con una relativa estabilidad. Sería en 1.180 cuando la Vizcaya nuclear pasaba definitivamente al ámbito de influencia castellana, siendo Señor de Vizcaya D. Diego López de Haro II “El Bueno”.
Hemos venido hablando de la Vizcaya nuclear. Para completar nuestra Vizcaya actual diremos que:
- El Condado de Durango formó parte, de una manera estable, de la monarquía navarra. Sería en 1.095 cuando pasó a Castilla. Y en 1.212, Alfonso VIII, el de las Navas, lo donó al Señor de Vizcaya antes mencionado, D. Diego López de Haro II “El Bueno”, quien ejerció como tal desde  1.170 hasta 1.214.
- Las Encartaciones estuvieron, excepto algún breve período, dentro del área castellana. Pero en esta zona no cristalizó una unidad política similar a la que había disfrutado el Condado de Durango. Así, en el siglo XI, algunas localidades, como Santurce y Gordejuela, eran ya tierra de los Señores de Vizcaya. Otras, como Sopuerta, Somorrostro y Carranza, pasarían a serlo en el siglo XII. Lanestosa se incorporaría a finales del siglo XIII y Valmaseda en las postrimerías del siglo XIV.

La fundación de Villas
En el siglo XI se dio en Europa occidental el fenómeno general de creación de Villas. Su creación se debía a motivos económicos, a razones políticas, a causas demográficas y a móviles sociales.
A finales del siglo XI aparecerían las primeras Villas en el suelo vasco. Pero el Señorío de Vizcaya fue el último en participar decididamente en la fundación de Villas (finales del siglo XIII), tal vez por su diferente carácter jurídico (en Vizcaya las fundaron los Señores y no los Reyes). Sin embargo y pese a ello, hubo esporádicas creaciones como las de Valmaseda en 1.199, Bermeo en 1.236 y Ochandiano en 1.259.
Fue, como ya hemos dicho, a finales del siglo XIII y más concretamente desde 1.287, cuando comenzaron a recibir la Carta-Puebla numerosas localidades vizcaínas, entre ellas Bilbao, el 15 de junio de 1.300, como comentaremos más adelante.
La última fue Rigoitia en 1.376, ya en la segunda mitad del siglo XIV.
Estas Villas nacieron, dentro de los motivos económicos, al aparecer una nueva ruta comercial, que privilegiaba el papel de Vizcaya dentro de las transacciones mercantiles internacionales. Era el tráfico que unía a Castilla con el norte de Europa, a través de los puertos vascos. Surgía un eje norte-sur, que sustituyó a las relaciones este-oeste hasta entonces prioritarias, representadas por el camino de Santiago.
En total obtuvieron el rango de Villa, durante la Edad Media, en Vizcaya 21 localidades. Una de ellas, Orduña, consiguió, también, el de Ciudad, gozando, por ello, de mayores preeminencias que una Villa.
Veinte Villas y una Ciudad. Y en tales enclaves se gestaba un nuevo mundo burgués con sus propios valores, diferentes, por supuesto, a los del ámbito rural. En éstos dominaban los Señores de la Tierra, llamados Banderizos.
Estas veinte Villas y una Ciudad simbolizaban el progreso social y económico.
Todas disfrutaron de un estatus jurídico diferenciado. Lo recibían en la Carta-Puebla, que les otorgaba la jurisdicción de un territorio, una estructura administrativa propia y la autorización para celebrar un mercado semanal y para levantar una muralla. Se les concedía, también, un Fuero (en Vizcaya se reproducía el de Logroño), con un derecho civil diferente al derecho foral que regía en el resto del Señorío.
Surgió así la dualidad entre el campo y la ciudad (entendiéndose como tal a las Villas). Y esta dualidad sería, desde fines de la Edad Media, una de las claves de la historia de Vizcaya: la guerra de bandos y el enfrentamiento entre los linajes señoriales.