Alberto Letona. DEIA |
Gran Bretaña es una isla;a un escaso centenar de kilómetros del continente, pero una isla al fin y al cabo. El enemigo, real o imaginario, siempre ha venido de fuera. Primero, los vikingos;más tarde, la Armada de Felipe II;luego, Napoleón;y por último, Hitler, quien aunque sentía cierta admiración por ellos no renunció a bombardear sus ciudades.
La Unión Europea, es decir, el continente, siempre les ha sido antipática;más ahora, cuando los alemanes mandan en ella.
La Unión Europea, es decir, el continente, siempre les ha sido antipática;más ahora, cuando los alemanes mandan en ella.
La inmigración ha estado y está presente como uno de los factores más fundamentales del Brexit. La palabra “invasión” aparece sin pudor en algunos de los medios de mayor difusión.
No hace falta decir que para millones de británicos Europa no representa una amenaza, ni que el resultado del referéndum no fue un masivo apoyo al Brexit. Hubo, es cierto, una información plagada de falsedades que los medios sensacionalistas difundieron con pasión. Existió también la rebelión de aquellos para los que la globalización solo ha supuesto más precarización. Y, finalmente, existió la gran irresponsabilidad de una élite política arrogante que frivolizó con un tema muy grave por motivos meramente electorales.
A una semana de la fecha para una salida sin acuerdo, lo que comporta innumerables desventajas para ambas partes, es previsible que May pida una segunda prórroga y que la Unión Europea se la conceda. Pero tampoco se puede descartar una convocatoria de elecciones generales -la opción preferida del Partido Laborista- aunque para ello se necesita un plazo más extenso.
Aún no sabemos si será finalmente tragedia o comedia, pero todavía tenemos Brexit para rato. Como se dice en el inglés de la calle: “Keep calm and carry on”.