en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 24 de abril de 2019

Un debate en el que la derecha se mostró airada, faltona y crispada ante una izquierda mucho más sosegada.

El resultado ha sido algo distinto. El lunes, Rivera le robó la merienda entre sus votantes y se llevó el aplauso casi unánime de la derecha –que si en algo está de acuerdo es en el desprecio absoluto a Sánchez–. El martes, Rivera se pasó de revoluciones y Casado recuperó sus mentiras más flagrantes y ya varias veces desmentidas para intentar seguir su ritmo.
El candidato del PP volvió a repetir sus datos económicos falseados, mostró gráficos manipulados, habló de que la inestabilidad política ha provocado una “crisis económica” (cuando crecemos al 2,6%), presumió de feminismo por tener esposa y madre y defendió la mano dura contra la corrupción con el principal responsable de vigilar la corrupción de su partido imputado. Sirvió de poco, salvo para la pequeña batalla con Vox y Ciudadanos. Dudo que Casado robase ayer un solo voto centrista al PSOE de Sánchez.
Pablo Iglesias fue el candidato más sólido en sus intervenciones. También el más propositivo. Y en esta ocasión sí bajó al ring frente a los los candidatos de la derecha, y Pedro Sánchez volvió a salir vivo del envite, y si vas el primero en las encuestas esto siempre es una suerte de victoria. También estuvo menos rígido que en la primera vuelta y entró más al cara a cara frente Rivera y Casado.
En fin, en definitiva, si las encuestas aciertan con Vox, gobernará la izquierda. Si esas plazas de toros colmadas con el himno de la legión que logra la extrema derecha en esta campaña no son el indicador adelantado de una ola reaccionaria que no se está midiendo bien, Pedro Sánchez seguirá en La Moncloa.
Pero si las encuestas fallan, Casado y Rivera tardarán menos de una hora en volver a ser los mejores amigos que eran antes. Con Santiago Abascal en la foto del Consejo de Ministros.