en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Constitucionalismo + Pandemia =
Relectura federalizante del texto

 Nuestra Constitución emergió hace hoy 42 años como herramienta de solidaridad en un momento en el que la sociedad española salía de la ciénaga de la dictadura, tras una larga noche de cuarenta años.

elcorreo.com/opinion/denis-itxaso/constitucionalismo-pandemia
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Resulta justo reconocer que, en un mundo en ebullición, aquella Constitución que nació sobre los rescoldos de la autocracia se muestra dúctil y llena de vitalidad; y se empeña en recordarnos que no nació para reposar en una hornacina, sino para ofrecer acomodo a los españoles en su seno en situaciones tan profundamente cambiantes y dinámicas como las actuales.

Curiosamente, la situación de pandemia que padecemos sorprende acercándonos a una lectura federalizante del texto constitucional, en la que el Estado adopta y asume una responsabilidad coordinadora, que suma diferentes realidades y visiones a su abrigo, marcando el rumbo colectivo a seguir. La nueva gobernanza nos llama a una relectura constitucional en clave federal.

La pandemia, quintaesencia de los problemas contemporáneos que se manifiestan a escala universal junto a otros fenómenos como la globalización comercial, las disrupciones tecnológicas, el cambio climático, el multiculturalismo o las grandes migraciones nos exigen adaptarnos y evolucionar para interpretar correctamente el tiempo al que asistimos, a riesgo de que el fenómeno nos acabe gobernando a nosotros. La pandemia nos ha enseñado, irónicamente, que las soberanías son hoy más líquidas que nunca antes en la historia.

La pandemia, quintaesencia de los problemas contemporáneos que se manifiestan a escala universal junto a otros fenómenos como la globalización comercial, las disrupciones tecnológicas, el cambio climático, el multiculturalismo o las grandes migraciones nos exigen adaptarnos y evolucionar para interpretar correctamente el tiempo al que asistimos, a riesgo de que el fenómeno nos acabe gobernando a nosotros. La pandemia nos ha enseñado, irónicamente, que las soberanías son hoy más líquidas que nunca antes en la historia.