Si nos fijamos bien y somos sinceros, no hace falta ir muy lejos para admitir que buena parte de la crisis, en la que ya estábamos pero que la pandemia -lógicamente- ha agravado, tiene que ver con la falta de confianza.
Cada vez nos fiamos menos, todo se cuestiona: la política, la ciencia, el periodismo… es un fenómeno general y cada vez más acusado porque además enlaza con algo muy grave, que es la devaluación del concepto verdad.
Cada vez nos fiamos menos, todo se cuestiona: la política, la ciencia, el periodismo… es un fenómeno general y cada vez más acusado porque además enlaza con algo muy grave, que es la devaluación del concepto verdad.
Ahora todo está relacionado con un fenómeno muy dañino que se llama desinformación. Y que no tiene que ver sólo con las “fake news”, que también, sino con el secuestro de nuestra atención en ese nuevo y fascinante universo digital, y con el uso de emociones en lugar de argumentos.
Todo esto, aunque a veces no queramos verlo, amenaza la democracia porque nos hace vulnerables, manejables y cada vez más insensibles a nada que no sea darnos la razón, confirmar nuestras ideas.
El famoso Sancho recordando que ‘Son molinos, no gigantes’, nos invita a no ser Quijotes confundiendo la realidad con lo que algunos quieren vendernos de forma interesada.
El famoso Sancho recordando que ‘Son molinos, no gigantes’, nos invita a no ser Quijotes confundiendo la realidad con lo que algunos quieren vendernos de forma interesada.