El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

jueves, 31 de diciembre de 2020

La vacuna contra los rabiosos. Ladran luego cabalgamos.

 

No tener la capacidad de celebrar, ni que sea un maldito día, que podemos empezar a salir del túnel en el que entramos el pasado marzo, es un síntoma de una patología muy típicamente española.
  
Si alguien nos llega a decir, hace solo unas semanas, que hoy se estarían empezando a administrar las primeras vacunas nos habríamos tenido que pellizcar para asegurarnos que no estábamos soñando.

El día que certificamos que la humanidad entera ha sido capaz, en un tiempo récord, de inventar, desarrollar, aprobar y distribuir un remedio efectivo para la peor pandemia de la historia, el PP, Albert Rivera y el sector amargado del independentismo se ponen de acuerdo y prefieren irritarse con las etiquetas gubernamentales que alegrarse por la epifanía histórica.

De repente, lo relevante es el logo del continente y no la sustancia salvadora del contenido, algo que lleva a Pablo Casado, no se rían, a acusar al Gobierno de propagandista.
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Solo nos queda mirarles con cara de asco, sonreirles y con voz sueve, pero suficiente como para que te oigan, decirles aquello de "ladrais, luego cabalgamos en buena dirección".