en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 20 de enero de 2021

Ojo, que Trump no es un tumor de la democracia ya extirpado. Es todo un síntoma.

Cuatro años de degeneración democrática, de mentiras sistemáticas, de aliento de los peores instintos humanos y de administración incompetente terminan. El legado que dejan es división, desconfianza, rencor.

Biden afronta tres órdenes de desafíos extraordinarios.
El primero e inmediato es el flagelo pandémico, en sus vertientes sanitarias
 y económicas. 
El segundo y subyacente es la enfermedad de la democracia estadounidense, con la grave división de su sociedad y las debilidades que ha expuesto el trumpismo.
El tercero y exterior es el imparable ascenso de China y la correspondiente erosión de la prominencia de EE UU y Occidente.

La tarea es ímproba; el éxito, cuando menos, muy difícil. Pero, de entrada, algunos elementos apuntan en una dirección esperanzadora. Tres palabras han destacado en el discurso inaugural de Biden: unidad, verdad, democracia.

Lo fundamental es no olvidar que Trump no es un tumor de la democracia ya extirpado. Es un síntoma. El descontento ciudadano que subyace a su auge; los medios digitales e informativos que lo permitieron; la actitud lacaya de parte del estamento político… todo sigue ahí. Las democracias son frágiles, recordó Biden.

Y el mensaje no vale solo para EE UU.