Solo es posible salir de este bucle sin fin con una propuesta transversal, que contribuya a romper unos bloques sociales fosilizados y enquistados: desgraciadamente la polarización es tan brutal que decir eso suena a anatema, cuando no a traición, una palabra a la que nos hemos acostumbrado.
- Dicen los que saben de estas cosas que lo determinante en unas elecciones es la pugna por fijar el marco del debate, aquello sobre lo que a cada opción política le interesa que verse la contienda electoral. En Catalunya eso ha sido muy evidente en los últimos procesos.
- En 2015 el independentismo consiguió fijar el marco mental de un plebiscito y todos los demás bailamos a su son.
- Algo parecido, pero con mucha más intensidad, sucedió con las de 2017, celebradas en circunstancias de excepcional polarización
- En el actual proceso electoral, la decisión socialista de presentar a Salvador Illa ha provocado un seísmo y el debate electoral gira hoy sobre lo que se ha venido a llamar el efecto Illa.
- El efecto Illa se ha convertido, gracias a sus adversarios y competidores, en el pánico Illa. Solo hacía falta que el independentismo sacara a pasear su alma conspiranoica para que todos nos encontremos discutiendo sobre si Illa va a ser o no el próximo presidente de la Generalitat. Impensable hace unas semanas.
- Es imprescindible que los votantes sean conscientes de que estamos ante una gran encrucijada. O se reconduce, entre todos, el caos en el que Cataluña está instalada o nos deslizaremos todos por la pendiente de la decadencia.
- Solo unos muy buenos resultados del PSC y los Comunes pueden propiciar una reconducción que nos saque del pozo, pero no parece que por sí solos sean suficientes. En política la aritmética de los votos cuenta y la vieja dama de la correlación de fuerzas es muy tozuda. Las encuestas nos dicen que ERC va a ser necesaria, yo además añado que también lo indica la política. Solo es posible salir de este bucle sin fin con una propuesta transversal, que contribuya a romper unos bloques sociales fosilizados y enquistados.
Papeletas en un colegio en Barcelona, en las elecciones generales del 10N de 2019.
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